"Al principio, el Hombre creó a Dios; y lo creó a su imagen y
semejanza.
Y el Hombre dio a Dios multitud de nombres, y el poder de que fuera el Señor de toda la tierra cuando al Hombre le conviniere."
Y el Hombre dio a Dios multitud de nombres, y el poder de que fuera el Señor de toda la tierra cuando al Hombre le conviniere."
Jethro Tull (My God)
Theos: voz de origen griego que
significa Dios. Esa entidad, que bajo distintos nombres (Yahvé, Dios, Alá,
Santísima Trinidad, entre otros) asoló la humanidad durante más de dos mil años
hasta el día de hoy, con guerras, masacres, torturas, ejecuciones atroces,
violaciones, traiciones, mentiras, engaños, odios, hipocresías, explotación del
hombre, racismo, desprecio de la mujer, en nombre de las más perversas
religiones monoteístas (cristianismos varios, catolicismo, protestantismo,
islamismo), es la que todavía hoy se invoca y venera por parte de buena parte
de la población mundial.
¿Cuales son las causas de esta creencia irracional, que genera
prejuicios, "pecados", autocensura, sufrimientos, odios, intolerancia
y que, en general, impide una vida sana, plena, libre y en armonía social?
Como por juego, voy a usar la palabra theos para explicar lo
que para mí son las cuatro principales razones de esas creencias.
I
Theos: T de temor. Lo que más teme la humanidad, desde
que nuestros primitivos adquirieron conciencia de sí mismos, es la muerte,
generándose una terrible incógnita sobre lo que hay (o no hay) más allá. A lo
largo de la evolución desde nuestros primos primates existieron, y existen
actualmente, infinidad de rituales mortuorios que buscan asegurar un buen
pasaje hacia la otra vida (hace más de 200.000 años Homo heidelbergensis, antepasado de los neandertales, ya habría tratado a sus
muertos de forma distinta). Panteístas y monoteístas buscan en la existencia de
dioses creadores, una respuesta que los alivie de esa angustia. Y las religiones
han dado una respuesta maravillosa a este temor, que fortifica y consuela a
quien tiene fe. No solamente hay una parte de nosotros que es inmortal por
naturaleza (el espíritu, aunque nadie ha podido demostrar su existencia), no
solamente hay vida después de la muerte (que será gloriosa siempre y cuando te
hayas "portado bien", es decir obedecido lo que la teocracia
religiosa ordena en sus ansias de poder), sino que esa vida es eterna!!
Magnífico, no se podría proponer algo mejor! Ese temor a la muerte lleva, por
supuesto, a adherir sin reparos a esta "verdad absoluta" con la que
se embanderan todas las religiones. Pero esto dista mucho de lo que nos está
demostrando la ciencia actual...
La idea de Dios, las religiones y la referencia a un más allá, en
que el hombre podría pervivir tras la muerte, está presente ya en la
prehistoria. El universo estaba dominado por un Ser personal, o Seres
personales, a los que se podía recurrir en solicitud de ayuda y continuidad más
allá de la muerte. No parece poder ponerse en duda que el éxito histórico de
las religiones se debe a que conferían a los grupos humanos un horizonte de
esperanza frente al dramatismo de la vida y, por ello, los hombres podían soñar
en un futuro mejor de liberación y salvación. En la esfera divina el creyente
busca el origen y el final de su temerosa incertidumbre en cuanto a su
existencia.
Pero no es solo el temor a la muerte lo que llevó al hombre a crear
dioses. El temor a lo desconocido, la imposibilidad de explicar racionalmente
muchos fenómenos, el pánico frente a fenómenos naturales, el miedo a ser
castigados, llevó a las distintas civilizaciones a adjudicar un dios o una
diosa a cada manifestación: Poseidón, Vulcano, Juno, Eros, Apolo, Zeus, Osiris,
Neptuno, Diana y cientos de divinidades más. Hoy ya nadie cree en ellos, poco a
poco el conocimiento fue explicando los fenómenos y desmontando esos mitos.
Pero queda uno: el todopoderoso Dios de las grandes religiones actuales.
II
Theos: h de herencia. Se
define como los rasgos morales, científicos, ideológicos, culturales que,
habiendo caracterizado a alguien, continúan advirtiéndose en sus descendientes
o continuadores. La adquisición en la infancia de la cultura religiosa, a
través de quienes más amamos y en quienes más confiamos, los padres, un líder
carismático, la maestra, y de la sociedad, los medios de comunicación o de la
propia iglesia, puede significar la adopción definitiva de esas enseñanzas por
parte del niño. Si con la juventud o la madurez ese ser no es capaz de cuestionarse
esas enseñanzas, mantendrá su formación por toda la vida y, lo que es peor, lo
transmitirá a su descendencia. Esta transmisión vertical de las creencias, fue
y es una de las formas más comunes y efectivas de mantener vigente el concepto
de Dios. Así, la católica (y las otras religiones) es una religión
impuesta, una fe de herencia. Nuestros
padres eligen nuestra religión, tradicionalmente siempre hemos seguido la misma
de nuestros padres, ellos nos inician en "su" creencia mediante
rituales y enseñanzas, sin que tengamos uso de razón ni demos nuestro
consentimiento. Al crecer, es muy difícil replantearse el tema y considerar que
nuestros padres estaban equivocados: normalmente
entraríamos en conflicto con nuestras familias y nos verían como "bichos
raros", por lo cual seguramente pocos se atreven a dar el salto.
III
Theos: e de endeblez, calidad
de endeble, débil, debilidad. Dijo el escritor y periodista británico
Chesterton, ferviente católico converso: "Jesús fundó su Iglesia sobre
hombres débiles; o, dicho más exactamente, fundó su Iglesia contando con la
debilidad de los hombres. En esto se distingue de casi todas las instituciones
humanas, que han sido fundadas sin contar con esta debilidad; y que, al no
contar con ella, están condenadas inexorablemente a la extinción".
Hablamos por supuesto de debilidad mental o estructural, no de debilidad
física. El individuo débil es reacio a la toma de decisiones, no es capaz por
sí mismo de enfrentar y superar situaciones adversas, y por eso necesita de alguien
exterior, fuerte e infalible, que lo ayude y lo proteja. Se encomienda a un
"Dios" para que él tome las decisiones que lo saquen del trance que
lo agobia, pero para ello sabe que tiene que ser obediente y cumplir con los
sacrificios, imposiciones y prohibiciones que fijan las iglesias en nombre de
ese Dios, una vez más con el objetivo de conseguir poder y sumisión. No debe
protestar por su situación actual, en especial si se encuentra en los estratos
bajos de la sociedad, y debe resignarse a ella en pos de la vida eterna.
Recordemos las famosas bienaventuranzas de Jesucristo: "Bienaventurados
los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos" "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos
serán saciados" (Mateo 5:3-12), entre varias otras que buscan el mismo
fin: la resignación, la aceptación de su desgracia con alegría y esperanza y,
sobre todo, la inacción, la no reacción contra las injusticias y el poder
establecido. No reaccionen aquí en la tierra porque serán premiados en el cielo
por toda la eternidad. Esta creencia por parte del ser débil lleva a los
rezos individuales o colectivos, para pedir gracias, favores, ayudas, milagros,
en lugar de luchar y buscarlos por él mismo. El rezo lleva a la inacción, al
estancamiento, al retroceso. La fortaleza interior, la lucha, la perseverancia,
la rebelión, la búsqueda de justicia, hacen al hombre libre y conquistador de
su propio destino, sin necesidad de buscar ayuda externa.
IV
Theos: os de oscuridad.
Históricamente y hasta en la actualidad, los líderes religiosos siempre
intentaron impedir el progreso de la ciencia y del conocimiento, sin que sea
necesario aquí reproducir ejemplos por todos conocidos, tanto en el ámbito de
la astrofísica como de la biología. El conocimiento se opone a las creencias
teísticas, por lo tanto para seguir usufructuando del poder hay que mantener a
la humanidad en la oscuridad, la ignorancia. La revelación sustituye a la
investigación. El "no saber" impide elaborar juicios de valor con
conocimiento de causa y deja a los individuos propensos a creer aquello que se
les ha "revelado" y que no exige ningún esfuerzo intelectual.
Simplemente hay que "creer" porque la Biblia, el Corán, el Talmud,
los profetas y las autoridades religiosas lo dicen. La fe, por definición, es
creer en aquello que no se puede demostrar.
Estudiosos
y publicaciones estadísticas muestran que existe una relación inversa entre
conocimiento y fe religiosa. Varios estudios indican que, en efecto, los
científicos son menos religiosos que la media poblacional. Basado en las
encuestas de The Baylor Religion Survey (BRS, Texas, USA, 2005), a la que
respondieron 1.721 personas, y del Bureau of the Census Current Population
Survey (USA, 2007), Scott Schieman, sicólogo de la Universidad de Toronto,
señala que el nivel cultural puede relacionarse negativamente con las creencias
de control e implicación divina en la vida cotidiana. El ateísmo, el
agnosticismo y la increencia religiosa están extendidos en determinados
segmentos de población, como los filósofos o científicos. Los profesores de
matemáticas o los profesores de hermenéutica son más ateos y los ateos
abundan más, de hecho, entre los académicos de las humanidades
(Norenzayan A, Gervais WM, Trzesniewski
KH (2012) Mentalizing deficits constrain belief in a personal
god. PLoS ONE 7(5)).
Las propias autoridades religiosas han constatado este fenómeno y
están sumamente preocupadas. En una publicación del Consejo Pontificio de la Cultura, basado en los
resultados de sus investigaciones (2004) que consideraron más de 300 respuestas
procedentes de todos los continentes se lee: "Entre las causas del
ateísmo, el Concilio menciona el cientificismo. Esta visión del mundo sin
referencia alguna a Dios, cuya existencia se niega en nombre de los principios
de la ciencia, se ha extendido ampliamente en la sociedad a través de los
medios de comunicación. Ciertas teorías cosmológicas y evolucionistas
recientes, abundantemente difundidas por publicaciones y programas de
televisión para el gran público, así como el desarrollo de las neurociencias,
contribuyen a excluir la existencia de un ser personal trascendente,
considerado como una «hipótesis inútil», pues, se afirma, «no existe lo
incognoscible, sino sólo lo desconocido»"
(http://www.vatican.va/romancuria/pontifical__
councils/cultr/documents/rc_pc_cultr_doc_20040313_where-is-your-god_sp.html).
Y, por supuesto, luego el texto sigue considerando como revertir esta realidad.
En la publicación
"Indiferencia religiosa. Teología fundamental"
(http://www.mercaba.org/DicTF/TF_indiferencia_religiosa.htm), A. Charron,
basado en una importante bibliografía religiosa, intentando explicar las causas de la increencia religiosa, el
agnosticismo y el ateísmo, constata lo siguiente: "Está en primer lugar el
gran cambio cultural que atraviesan nuestras sociedades occidentales. Primero,
el de la civilización científica y técnica, fruto de la relación del hombre
moderno con la naturaleza y con su mundo. El hombre contemporáneo se
caracteriza por la búsqueda de una acción transformadora sobre la naturaleza y
la sociedad. La lógica de su universo está totalmente centrada en la
racionalidad científica, con su traducción operatoria en la racionalidad
técnica. Defiende el crecimiento indefinido del progreso. Todos disfrutamos de
este trabajo del genio humano, del desarrollo de los conocimientos exactos, de
sus efectos por mejorar nuestros servicios colectivos, por hacer que retroceda
la pobreza y se restaure la dignidad humana".
Como lo ha demostrado la ciencia, las religiones están equivocadas
con respecto a las cualidades de la naturaleza y el universo (B. Morris, 1995,
Introducción al estudio antropológico de la religión, Ed. Paidós, pp 1-144,
Barcelona). Así, el concepto de Dios no se combate con prohibiciones, se
combate con conocimiento, ciencia y cultura. Estamos en camino, pero lleva
tiempo.
"La
palabra Dios, para mí, no es más que la expresión y el producto de las
debilidades humanas, y la Biblia una colección de leyendas dignas pero
primitivas que son bastante infantiles. Ninguna interpretación, por sutil que
sea, puede cambiar eso"
Albert
Einstein, 1954
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